lunes, 29 de noviembre de 2010

Sueño de una noche de otoño.

Soñé que el mundo se acababa. Que el cielo estaba oscuro como nunca antes, de un negro aterciopelado e impecable, bañado de estrellas que titilaban con furia. Soñé que cada persona estaba sola, nadie con su pareja o su familia o sus amigos. Todos solos. Contemplando frente a sí en impotencia cómo el mundo se les venía encima. Se nos venía encima. El cielo tronando con el sonido de cien truenos estremecedores. La tierra temblando, abriéndose en grietas profundas aquí y allá, tragándose a la gente en medio de gritos desesperados. Alabanzas fanáticas por todos lados, los que reclamaban a Dios que no hubiera ningún juicio, los que le daban gracias en un ataque de fanatismo irremediable, los que ciegamente buscaban entre la niebla a otras personas, tocándose las caras sin entender nada, sin reconocerse.

De un día para otro nadie se reconocía. Nadie amaba a nadie, y la empatía quedaba anulada. El instinto de supervivencia quedaba anulado por una especie de impulso suicida. Los seres humanos colaborando con la tierra en pro de su destrucción. No era la humanidad sola lo que terminaba, sino la Tierra entera. El sol ardiente, dejando pasar sus rayos fulminantes a través de aquel espacio donde una vez estuvo la atmósfera completa.

La gente muriendo de todas las formas posibles, asfixiados por el humo, tragados por la tierra, partidos por árboles que caían sobre sus cabezas sin que éstos hicieran nada por evitarlo. Gente caminando tranquilamente hacia el mar, ahogándose. Las consciencias perdiéndose poco a poco, pasando del clamor al silencio, del llanto a la indiferencia, a la abulia absoluta.

A la resignación de un destino bastante dulce, en realidad.

lunes, 22 de noviembre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

"He that will not reason is a bigot; he that cannot reason is a fool; he that dares not reason is a slave".

William Drummond.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El propósito de la vida.

No hay Cielo. No hay Infierno. No hay premios ni castigos por lo que hacemos o dejamos de hacer. Tampoco hay un propósito, porque somos un mero accidente evolutivo.

La vida tiene un propósito sólo si le lo damos. Yo considero que el propósito debería ser -al menos para mi- el placer último. No el placer instantaneo que me brindaría drogarme y ser promiscua, porque eso podría derivar en un sufrimiento posterior, sino el placer último, el que brinda hacer planes para la felicidad y seguirlos, y disfrutarlos en el ínterin. Muchos orgasmos, y mucha cerveza sin llegar a necesitar el alcohol. Ejercicio suficiente para que el cuerpo funcione sin achaques por muchos años. Ya de por sí la vejez es jodida, como para aventármela en pésimas condiciones.

Una vida placentera, sólo eso.

martes, 31 de agosto de 2010

Al mundo debería pasarle

Al mundo debería pasarle
que se le impactara un gran meteoro
que le diera en la madre a todo
que se extinguiera, por decirlo amable.
 
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